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Lento de prisa

  • Foto del escritor: Mauricio Lievano
    Mauricio Lievano
  • 13 dic 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 14 dic 2024

Iba lento de prisa. Todo me urgía, todo me afanaba, todo me apremiaba, todo me atosigaba. Creía en Dios y en el fondo sabía que tenía  un plan, pero a veces jugué a ser El. Es un contrasentido. Lo sé. Mi ego era (es) infinito y por eso sufrí, por eso me estrellé, por eso me encuneté tantas veces. Todo lo quise para ya y a mi manera y eso nunca pasó. Sin embargo, el dolor de estos tiempos me enseñó que la vida funciona de otra forma. Estoy despertando. Por fin.

 

Durante mucho tiempo pensé que el libre albedrío era bonito. El mío, claro, no el de los demás. Y por eso morí muchas veces. Tarde vi que  los otros llegan o se van cuando quieren, cuando pueden, como pueden o como quieren y no hay nada que pueda hacer para detenerlos. Con sus miedos,con sus sueños a mirar otras ventanas. De a pocos he ido aprendiendo que nunca se trata de lo que uno se merezca sino de lo que los otros quieran. Como dice el poeta mexicano Enmanuel Zavala, "También se vale despedirse en paz, guardarse las ganas de reclamarle al destino, agradecer por lo bonito que fue coincidir ese ratito, desearse lo mejor, aunque ya no sea juntos, volver despacito cada uno a su vida, a sus sueños, a lo que le hace bien al corazón. También se vale dejar ir ese amor de la vida, no ser tan tercos, no insistir de más donde ya no funciona, no hacerse tanto daño, no negarse a soltar y mejor de lejitos cada quien en lo suyo olvidándose, sanándose y volviendo a estar bien".

 

Igual pasa con las cosas, los negocios, el dinero, la salud, con todo, porque el universo – o Dios- tienen un orden, un tiempo, una lógica, que pocas veces vi porque estaba ebrio de soberbia. Tal vez me llegó el momento de aceptar que es ver las cosas tal cual son, que no es lo mismo que  resignarme, que es pura impotencia y conformismo.

 

La mente me tuvo secuestrado porque  me hizo creer que todo debería haber funcionado de otra forma y por eso sufrí.  Es difícil cambiar, quitarme la costra que dejan tantos años de mierda filosófica en la que viví, de tanta mentira que creí, de tantas cosas que no vi. La oscuridad me hizo ver que cuando acepto, entiendo la inutilidad de luchar contra lo que no está en mis manos. He vuelto a los viejos sitios donde comenzó el enredo.  Hoy, no quiero juzgar, sólo observar. Vivir el presente, agradecer. Es una forma de estar dispuesto a lo que la vida me traiga y de enfocarme en lo que sí depende de mí  Reconocer la situación tal como es y no intentar cambiarla. Aceptar no significa que no me pueda emputar o sentarme a llorar en la banca de un parque. Por el contrario, es volver a mi, porque hoy no quiero que nadie me arregle, sino que las personas que yo amo, me quieran mientras me arreglo yo solito. Cambiar lo que pueda cambiar y lo que no, aceptarlo como parte del destino, porque todo es perfecto. Lo que ha de ser, será.

 

Tal vez ese sea el camino que busco hacia mi paz. Lento, pero de prisa…



 
 
 

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