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Morir en el intento

  • Foto del escritor: Mauricio Lievano
    Mauricio Lievano
  • 27 dic 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 dic 2024

Por la ventana sin cortinas de este apartamento veo llover. Es raro en diciembre, pero me gusta porque me acuerda cuando salíamos con Manuela a patear  charcos y a mojarnos. Son las dos de la mañana y a lo lejos se escuchan los gemidos de placer de algún vecino. Sigo sin dormir bien, pero no es por falta de sueños.

 

Entro a Facebook y leo algo que escribí hace un año y que resultó premonitorio: “ La esperanza en ese amor final, el último, el postrero - que sucumba y resucite cada día- es lo que me permite caminar sin miedo hacia la muerte. Tal vez es mucha carga, un fardo que ahuyenta, un lío que espanta. Pero también, una garantía. Puedo ofrecer no repetir viejos errores, escuchar con atención, ser refugio y ser orilla, cambiar la elasticidad por la experiencia, amanecer en medio de caricias, reír mejor y pensar antes de hablar. Puedo prometer amores eternos de un día, que mueran de noche y renazcan en la madrugada. Eso estoy dispuesto a dar. Pero también a recibir. No más. Tampoco menos”.  Y el universo me cumplió en  forma de una mujer maravillosa. La palabra la convertimos en café, el café en charla, la charla en caricia y así todos los días.

 

Los grandes errores de mi vida han sido por escuchar mucho o por escuchar poco. Y en algún momento me perdí por buscar en la alacena donde se guardan  los recuerdos  a escarbar  esa cajita donde almacenaba con llave mi lado más oscuro .Creí estar equivocado por amar dejando todo el corazón,por entregarlo todo,por querer construir un para siempre. Y no. Lo volvería a hacer y sin medida. Debe ser que me he sanado. De mi amor propio yo me ocupo. De mis dolores pasados,yo me encargo.A mis miedos, yo los espanto. Hay caminitos largos cuando uno está de afán. Siento que lo que soy, lo que hago, lo que digo, lo que pienso, lo que escribo, como vivo, se parecen. La poeta que yo amo, Elvira Sastre, dice que “he conocido a alguien, soy yo. Voy a darme una oportunidad”.

 

Nos gusta pasar bueno pero nos da culillo ser felices. Vivimos tiempos donde los afectos se conforman con la comodidad, donde los besos saben a rutina y las caricias son gestos vacíos. En un mundo que glorifica la inmediatez y desprecia la profundidad, el amor se ha reducido a una transacción. ¿Qué pasó con el vértigo de amar sin límites? ¿Dónde quedó la intensidad que arde en el pecho y quema como fuego? Se disfraza de estabilidad, pero en el fondo no es más que el miedo al riesgo, a saltar al vacío por alguien, a enfrentarse al espejo de nuestras miserias y grandezas. Estos amores son cómodos, pero estériles. No hay medias tintas en el amor. Se ama con toda la fuerza del alma o no se ama en absoluto. Amar es un acto revolucionario, un desafío a la mediocridad que nos rodea. Es enfrentarse al mundo con las manos desnudas y el corazón expuesto. Es un compromiso con la verdad, incluso cuando duele, incluso cuando implica riesgos. El amor nunca es cómodo. Es un estado de constante incertidumbre, de intensidades que van de la gloria a la devastación. Pero ese es el precio de vivir plenamente y yo, prefiero morir en el intento,porque cuando una encuentra a la persona que es, debe luchar hasta el final. Así sea en silencio.

 

 

El poeta Fernando Pessoa decía que, «llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía>>. 


Dando todo,lo recibo todo, así sea nada,que ya es todo...




 

 

 

 
 
 

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